jueves, 5 de mayo de 2011

Fragmento del Libro Camino del Loco

Un joven que caminaba por  el trayecto de la vida cierto día se topó con un pueblo, el cual a simple vista se veía igual al resto. Quizás la única particularidad de éste era su ubicación junto a una gran montaña empinada que parecía no tener fin.

Maravillado por la imponente montaña se quedó observando con la mirada puesta en las alturas. Pensó que sin duda era una de las fantasías del mundo hecha realidad.

En un momento tuvo deseos de escalarla, hasta donde se lo permitiera sus capacidades, para experimentar la sensación que produciría una vista desde tal monumento natural, pero luego pensó que realmente no había necesidad para aquello, pues no era su objetivo en el trayecto de la vida y ya era tiempo de seguir su camino, pero justo en el instante que se disponía en seguir su viaje presenció algo que lo impresionó.

Una figura que no era capaz de identificarla por la distancia, caía de la montaña y luego otras dos, tres, muchas más la seguían, todas ellas estaban destinadas a estrellarse contra el implacable suelo, pero no sucedió así. Todas las figuras realizaron una rápida curva que las volvió a levantar, para luego caer, más bien se diría descender con mucha suavidad sobre el terreno.

El joven no lo podía creer, había quedado totalmente impactado y cuando volvió en si del asombro, ya estaba corriendo en dirección a las figuras que poco a poco empezaban a tomar forma. Eran personas que a simple vista eran similares a cualquier otra de las que se había topado en su trayecto de la vida, pero claramente no lo eran. Ellas había hecho algo que nadie o al parecer pocos podían lograr.

Sintió en su pecho la necesidad de saber el cómo de esta maravilla, ahora no podía simplemente seguir su camino, después de haber presenciado uno de los secretos del mundo, él quería saber más, él debía saber más, él lo necesitaba, todo su ser se lo decía.

Cuando estaba aproximándose a los hombres, él  los notó extrañados de ver una cara desconocida, aún así decidió acercarse con la intención de dar respuestas a sus interrogantes. Al estar junto a ellos les preguntó como era posible tal fantasía hecha realidad. Uno de ellos le respondió que con práctica y esfuerzo, aplicadas desde que poseían memorias de si mismo.

Tal contestación, más que tranquilizar las interrogantes en su alma, despertaron un mayor caos y nacieron las nuevas preguntas dentro de él ¿Sería cierto o simplemente sería un sueño? Y si fuera real ¿Tendría la capacidad? ¿Le enseñarían?

El joven, con un deseo sincero, les preguntó si era posible aprender de ellos tal fantasía. Al ver tal determinación y sinceridad en él, no tuvieron más remedio que ceder, además no existía regla que prohibiera enseñar, pues las puertas para el conocimiento jamás se le cerrarían a nadie que lo quisiera de corazón.

Le advirtieron, que quizás la sangre y el sudor no serían suficientes, pues se trataba de un arte complejo, aún si se practicaba de toda una vida, y era posible que tardara años en aprender lo más básico.

Él respondió que no le importaba no llegar nunca a ser un maestro, era preferible fallar a nunca haberlo intentado,  el sólo hecho de poder realizarlo medianamente sería suficiente, el experimentar lo aparentemente imposible por breves momentos alimentaría  su espíritu, uno hambriento de las verdaderas emociones, de los verdaderos sentimientos.

Era imposible no darse cuenta de la pureza de su deseo, no había ninguna segunda intención, sólo se podía deducir de su mirada al cielo infinito la necesidad de hacerlo por nada más que una simple llamada de su naturaleza. No se debía tener corazón para negarle la posibilidad de aprender.

Le explicaron que se trataba de una técnica más del espíritu que del cuerpo, por lo que realmente nadie podía enseñárselo con certeza. Sólo serían guías en su camino de autodescubrimiento, le mostrarían los métodos con los cuales ellos mismos habían aprendido con anterioridad, a través de sus padres, hermanos y maestros. El debía comprender cuáles eran las sensaciones a experimentar en los momentos adecuados.

A  raíz de esa conversación decidió vivir en el pueblo, a lo menos un tiempo. El trayecto de la vida debía esperar. Él se prepararía en ese lugar, si debía demorar  demoraría, ya era una decisión tomada que no sería quebrantada… su alma estaba decidida.

Su entrenamiento comenzó con lo más básico, ya que se debe gatear antes que caminar, para luego correr y quizás algún día volar y de buen agrado lo aceptó.

Le enseñaron a escalar la montaña y a caminar por los riscos, para que fuera capaz de llegar a las máximas alturas por su propia capacidad. Debía ser capaz de dominar toda emoción negativa, debía mantener bajo control su espíritu completamente, sino quería fracasar en su meta. Era necesario que fuera firme como la montaña, adaptable como el agua, libre como el viento, potente como el fuego y consciente de la vida misma.

Aunque las personas del pueblo, se convirtieron en sus amigos, se portaran amables y buenas. Fueron días duros que se convirtieron en semanas, luego en meses e incluso en años. Pensó en rendirse, pero siguió adelante. Era terco y su sueño seguía siendo puro.

La pureza e inocencia abunda en la vida, mientras uno es niño, aunque al crecer es muy difícil mantenerlas producto de las experiencias que el mundo te obliga a enfrentar, pero si te das cuenta que posees algo de eso, por muy pequeño que eso sea, ¿acaso no es correcto defenderlo con todo lo que es tu ser? Una pequeña llama de luz en un completo infierno de oscuridad es lo más valioso de lo valioso.

Al pasar algunos pocos años desde que empezó su preparación, se dio cuenta de que debía partir, no lo deseaba, él quería continuar, pero sabía a la perfección que la vida le tenía preparada ciertas labores que eran su responsabilidad y que no podía simplemente olvidar.

No debía sentirse triste pues había aprendido mucho en ese tiempo, ciertamente no se había convertido en un maestro, pero las sensaciones, las experiencias, la emoción que sintió en su interior jamás serían borradas de su alma. Él sufrió, él lloró, él rió y se divirtió. Un mundo nuevo se abrió para sus ojos y su corazón. Cambió en el momento que miró esa enorme y majestuosa montaña que aún no era capaz de superar, pero si de apreciar.

Aunque él ahora se marchaba, no era el fin para su experiencia, seguiría creciendo durante el camino que ahora emprendería, nunca sería capaz de osar olvidar ese sueño que algún día alcanzaría.

Se dispuso a emprender nuevamente el trayecto de la vida,  para superar su misión predestinada, la cual ahora contemplaba como una meta realmente alcanzable; el había crecido y quizás si había aprendido a volar.

Se dio cuenta de algo, aún no podía partir, debía subir esa montaña primero, era necesario, sentía algo dentro de sí. Se percató de una emoción que creyó descubrir durante sus preparaciones, pero ahora se daba cuenta que sólo había sido una muestra. Estaba dominado completamente, por lo que subió, subió, y siguió subiendo como si su vida dependiera de ello y quizás así era, pues estaba arriesgando más que nunca. El miedo ya no era algo que conociera su cuerpo, su mente y su alma.
    
   Consiguió llegar a la cima, una maravillosa sensación lo envolvía una esplendorosa visión del cielo y del mundo. Ningún pensamiento extraño al momento lo invadía, simplemente vivía el aquí, el ahora y era él mismo… saltó al vacío.

Algunos amigos que estaban ahí quedaron horrorizados de miedo por la locura que había cometido, pero él sólo experimentaba aquella sensación mágica… y voló, verdaderamente voló.

Su corazón estaba feliz, su mente impresionada…

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